Educación
Apertura de la Carrera de Técnico Superior en Educación Intercultural Bilingüe con Mención en Lengua Quichua
Universidad Nacional de Santiago del Estero - 09 de Abril de 2012 Palabras del coordinador de la carrera Dr. Jose TOGO
Hoy es un día muy importante para la Universidad y en especial para la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud, ya que iniciamos formalmente con la apertura de la Carrera de Técnico Superior en Educación Intercultural Bilingüe con Mención en Lengua Quichua, creada en el año 2007, pero la falta de cargos docentes y la demora posterior de los concursos, motivaron la postergación de su inicio hasta el ciclo académico 2012. El pilar fundamental de la puesta en marcha fue la firma del Contrato-Programa entre la Secretaría de Política Universitaria y la Universidad Nacional de Santiago del Estero en el 2011, además del decido apoyo brindado por la Rectora Lic. Natividad Nassif de llevar adelante la iniciativa, así como de la Decana de la Facultad, Mag. María Arce de Vera. Para comprender el significado de este momento quiero referirme brevemente sobre algunos de los acontecimientos más importantes relacionados con la cuestión del quichua en nuestra provincia: En Santiago del Estero, el quichua es una lengua hablada al menos en 14 de los 27 departamentos de la provincia, con una población estimada entre 80.000 y 160.000 hablantes, sin contar a los radicados fuera de la provincia, especialmente en Capital Federal y Gran Buenos Aires. El origen de esta lengua en nuestra provincia, es hasta ahora materia de discusión. Existen posiciones encontradas al respecto y muy poca documentación que permita determinar con argumentos sólidos, su presencia en la provincia. Desde los primeros tiempos de la colonia española, el quichua se establece como lengua general, sustituyendo a lenguas comarcanas como el Tonocoté, el Indamás y otras existentes en la región, de acuerdo al testimonio del Padre Barzana y otros clérigos de la época. Con la imposición y expansión de esta lengua americana, aparece la primera gramática quichua de Fr. Domingo de Sto. Tomás (1560). Posteriormente, las disposiciones de los Concilios de Lima, como las de los Concilios Provinciales, impusieron a todos los sacerdotes la obligación de aprender esta lengua y evangelizar en ella. Estas medidas obligaron a dotar al quichua de una signografía y una gramática, para traducir y escribir los textos religiosos, obteniendo de esta manera los primeros documentos impresos en esta lengua. A pesar de ello, para los indígenas siguió siendo una lengua ágrafa, porque nunca tuvieron acceso a la escritura, de ahí la argumentación generalizada de que el quichua se habla pero no se escribe. El quichua fue arraigándose y consolidándose en el uso durante todo el período colonial, por lo tanto la hablaron los “indios”, el sector más numeroso de la población colonial, que vivían mayoritariamente en las zonas rurales, agrupados en pueblos y parcialidades que de acuerdo a las Ordenanzas del Virrey Toledo, fueron las bases de la nueva organización política, social y económica de esta parte de la colonia. Los pueblos de indios. Este sistema intenta reducir la gran diversidad étnica que encuentran los españoles, potenciada además por la movilidad social que generó el impacto de la conquista. A partir de allí se construyó desde el poder una nueva identidad “lo indio”. Que ya no son las distintas parcialidades indígenas, sino un sólo gran agrupamiento indiferenciado entre si, por lo tanto, esta unidad será referenciado genéricamente como “indios”, distinto al español. Ya no importa su origen sino su condición, ya que desde la nueva estructura, es importante reducir la complejidad y hacer desaparecer las particularidades que los diferencien entre sí. En este sentido, la lengua será el vehículo fundamental en este proceso, ya que al imponerla como lengua general de ese nuevo gran agrupamiento, irá absorbiendo a todas las otras lenguas, la que con el tiempo tenderá a su muerte. La población indígena que ahora es “india”, también se vuelve monolingüe, habla solo el quichua. Por ello se constituye como marca de identidad de lo “indio”, y permanecerá en estas condiciones durante todo el período colonial. Situación que se mantendrá hasta la intervención de Carlos III, a fines del siglo XVIII, prohibiendo el uso de la lengua quichua, por la gran difusión que operaba entre los españoles, la misma se hace efectiva por Cédula Real en 1780. Esto de ninguna manera significa la desaparición lisa y llana del quichua, en la mayoría de las regiones donde se hablaba esta lengua. Pero si un freno a su expansión, pues lo excluye del uso oficial y de la enseñanza, otorgándole carácter de marginalidad, asociada a la marginalidad social que ya poseía la población que hablaba, mayoritariamente el quichua. La instauración de esta nueva política lingüística, que convierte al quichua en lengua prohibida, agrega a la culpa de ser “indio”, una nueva culpa la de hablar una lengua excluida, situación que va generar nuevos espacios sociales, culturales y lingüísticos. Pero de ninguna manera la hace desaparecer y prueba de ello es que durante los acontecimientos de la independencia las declaraciones más importancia como el Acta de la Independencia se redactarán en quichua, aymará y guaraní que eran las lenguas vigentes, además del castellano. En este nuevo período, la condición social de marginalidad del “indio” no varía, generando de esta manera en la población, situaciones de ambivalencias muy marcadas hacia todos aquellos que lo identifiquen como tal. Por un lado siente la necesidad de romper esta condición de marginalidad, abandonando todas aquellas marcas que lo identifiquen con su condición de “indio”, entre ellas la lengua, a la que trata de ocultar aprendiendo el castellano, ya que le permite acceder a nuevos espacios, pero al mismo tiempo conservando su lengua materna en la intimidad de su hogar, esto genera el bilingüismo en cierto sector de la población, que ahora ya no es india, por haberse convertida en campesina. Este proceso fue potenciado a partir de la instauración de la escuela pública, que obliga al aprendizaje del castellano como lengua excluyente, por lo tanto, los hablantes deben ocultar el quichua. También hicieron desaparecer al “indio” de la escena nacional y lo convirtieron en una lección de historia. Pero a fines del siglo XIX, vuelve a instalarse esta temática aunque ahora tomada desde una visión científica y literaria. Por un lado se lo excluía de la educación y por el otro era motivo de estudio por parte de algunos investigadores y científicos. Los primeros antecedentes de este interés literario-científico por la presencia de esta lengua en nuestra provincia son los vocabularios recogidos por algunos viajeros extranjeros y estudiosos locales como Hutchinson, Gancedo, Lorenzo Fazio y otros, a fines del siglo XIX. Luego vendrá la Primera Gramática Quichua del Padre Miguel A. Mossi, financiada por el entonces Gdor. Absalón Rojas y enviada a la Exposición Internacional de París en 1890, constituye el primer intento por normativizar esta lengua en la provincia. Durante las primeras décadas del siglo XX el quichua sigue despertando el interés científico de autores como Sergio Grigorieff, que elabora una nueva gramática y signografía, como así también Bernardo Canal Feijoó, Orestes Di Lullo y otros, estos incluirán la temática del quichua como motivo central en casi todos sus ensayos. A pesar de ello el quichua como lengua transitaba por caminos paralelos, condenado por políticas de exclusión, que restringían el campo de comunicación de esta lengua al ámbito de la oralidad, marginado de los procesos educativos que consagraban al castellano como lengua nacional y por lo tanto excluyente. Esta situación no varía mayormente hasta la década del 50, con la aparición de las primeras obras de Domingo A. Bravo premiadas por la Universidad Nacional de Tucumán, que implicaba la creación de una nueva gramática y signografía y que provoca una importante inflexión en lo educativo y cultural, al abrir nuevos espacios para esta lengua, que empieza a tener presencia en el ámbito urbano. Se crea la primera Escuela de Quichua “Ñaupa Sisayan”, que funcionó durante algún tiempo en la Biblioteca Sarmiento, como así también el primer espacio radial “Ashpap ‘Rimaynin” que a pesar de su corta vida establece definitivamente nuevos ámbitos de comunicación para esta lengua. Pues luego vendrá la creación del Alero Quichua Santiagueño, que concentrará a grandes cultores de esta lengua como Dn. Sixto Palavecino, Felipe B. Corpos, el mismo Domingo A. Bravo y Vicente Salto entre otros, y convertirán este espacio en un importante centro de irradiación del quichua, que a través de la radio captará el interés de nuestros comprovincianos quichuistas, en todo el interior de la provincia e incluso logra gran difusión en el ámbito nacional. Producto de la misma dinámica se crea en el Instituto de Lingüística, Arqueología y Folklore dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán bajo la dirección de su entonces director Agustín Chazarreta el primer Curso de Quichua en ámbito universitario, curso que se pone en marcha en 1974 como parte de un profesorado de la Lengua Quichua que se quería crear. Este curso tenia cuatro asignatura: Etnografía y Folklore a cargo de Agustín Chazarreta; Geografía física, Económica y Humana de Santiago del Estero a cargo del Profesor Mario Basualdo; Literatura Santiagueña a cargo del Prof. Ricardo D. Taralli y El Quichua en la Lingüística Americana a cargo del Prof. Domingo Bravo. Este curso tenía una duración de dos años ya que a partir de ella se convertiría en el profesorado de Lengua Quichua. A pesar de los diversos intentos realizados por Agustín Chazarreta, la Universidad Nacional de Tucumán nunca reconoció los cursos dictados y menos la creación del Profesorado Universitario de la Lengua Quichua, ante esta situación el Profesor Domingo Bravo solicita al Director del Instituto trasladar la parte del curso correspondiente a la lengua quichua a la recientemente creada UNSE y de esta manera comienza a dictarse el curso de: Lingüística Regional Quichua Santiagueño-Castellano en el área de Extensión Universitaria dependiente del Rectorado en el año 1975, posteriormente pasó a depender de la Secretaría Académica, luego del Departamento de Ciencias Humanas y finalmente de la Facultad de Humanidades. Durante su vigencia numerosos docentes concluyeron el curso de dos años, entregándole un Certificado de Capacitación, también se abrieron filiales en Tucumán, Córdoba, Cosquín, Buenos Aires y Fernández, entre otros. Cada una de esas localidades tenía un instructor local pero todos debían rendir su examen final en la UNSE a cargo del Profesor Bravo, Como parte del curso crea un espacio por Radio Nacional que semanalmente trasmitía las novedades y acontecimientos más importantes sobre la temática quichua. En su larga trayectoria como estudioso del quichua santiagueño, publica numerosos libros, artículos y diccionarios que fueron obras obligatorias de consulta de todos los interesados en conocer acera de esta lengua. Esta nueva situación tiene un desarrollo favorable durante toda la década del 80, donde se obtienen logros significativos, ya que en 1983 el Gbdor. Carlos Jensen sanciona un Decreto Ley a través del cual se reconoce la importancia del quichua, su estudio y preservación, al mismo tiempo el Consejo de Educación Provincial, procede al reconocimiento del Curso de Lingüística Regional Quichua Santiagueño-Castellano que se dictaba en la Universidad Nacional, al otorgarle validez para la curricula docente. Posteriormente ya en períodos de la democracia se logra por iniciativa del Diputado Darío Moreno, sancionar a través de la Cámara de Diputado, una Ley que declara al Quichua Lengua de Interés Oficial en el ámbito de la Provincial, Ley que además establecía la creación del Instituto Provincial de Quichua, órgano que debía instrumentar políticas de protección y promoción de la lengua. La mencionada Ley nunca se reglamentó, por lo tanto no tuvo aplicación práctica, sin embargo se logró la creación de cargos de “maestros especiales”, en algunas escuelas de áreas quichuistas, como las de Bandera Bajada, Dpto. Figueroa, Brea Pozo, Dpto. San Martín y en la Ciudad de Loreto. A mediados de los 90 la Facultad de Humanidades propone introducir cambios en el dictado del curso e insertarlo dentro de la estructura institucional en forma más formal y estable, a pedido del propio profesor Domingo Bravo, especialmente con la incorporación de docente, en los nuevos espacios curriculares a crear, las certificaciones y el financiamiento de la carrera. Con la desaparición física del Profesor Domingo Bravo se vuelve caótica en cuanto al dictado del curso, designándose sucesivamente responsables a personas que no tenían dependencia con la UNSE, pero que tenían conocimiento en cuanto de la lengua Quichua, como Vicente Laitan y Juan B. Giménez, pero la Facultad certificaba los cursos, Igual consideración merece con las llamadas filiales existentes en otras provincias, la que finalmente la Facultad deja sin efecto. Frente a esta situación la Facultad decide modificar sustancialmente la oferta académica, transformándolo en un curso de Extensión Universitaria, al que se denominado Diplomatura en Lengua Quichua, bajo la coordinación de Luis Garay, con una duración de tres semestres. En el mes de julio del corriente año finalizará la cuarta cohorte superando con ello en más de 100 egresados, la mayoría de ellos fueron y son docentes de los niveles primarios o secundarios y personas interesadas en el aprendizaje de la lengua quichua. Paralelamente la Facultad trabajó en la creación de una carrera universitaria, la que finalmente se concreta en el año 2007, con la Tecnicatura que hoy estamos iniciando, mediante las sanciones de las Resoluciones HCD Nº 073/2007; HCS Nº 113/2007 y 622/2008 del Ministerio de Educación de la Nación, para lo cual hemos contado con la valiosa colaboración de la profesora Lelia Albarracín en cuanto al armado de los contenidos. La carrera consta de 28 espacios curriculares y un taller integrador divididos en 6 semestres con un total de 2016 horas. “La carrera ha sido diseñada como una propuesta para formar intelectuales y profesionales comprometidos con el desarrollo de su pueblo y la región, cuyas actividades contribuyan a promover un proceso de valoración y revitalización de la lengua y cultura quichua. Se pretende generar espacio para la formación y actualización de docentes en servicios, cuya preocupación esté centrada en desarrollar una educación de calidad acorde con la diversidad lingüística cultural de la región y que deseen involucrarse en proyectos de educación intercultural e intercultural bilingüe con el propósito de propiciar el desarrollo de las competencias comunicativas y promover el dominio de una segunda lengua, preservando el uso de la lengua materna. El perfil del egresado es el de un Técnico Universitario de pre grado con una sólida preparación en el diseño, ejecución y evaluación de programas y proyectos de educación intercultural e intercultural bilingüe quichua castellano, con la habilidad de expresarse en quichua y de establecer diálogos en contextos diversos manteniendo una actitud de respeto a la diversidad ligüística cultural, lo que permitirá ejercer su profesión brindando capacitación en el área de EIB a docentes y gestores educativos, y en el desarrollo de los demás temas técnicos de su incumbencia. Durante este primer cuatrimestre se dictarán 6 asignaturas, cada una de ellas con una carga horaria acorde a esos espacios, a cargo de docentes que concursaron, algunos de ellos todavía en vía de concreción pero que no alteraría el comienzo del dictado de la Tecnicatura tal como fueron programados originalmente. En las últimas décadas contamos con nuevos aportes sobre el quichua santiagueño llevado a cabo por estudiosos extranjero, nacional y local como Aldo Teves, Mario Tebes, Jorge Alderete, Lelia Albarracín, Ricardo Nardi entre otros. A pesar de todo lo realizado, esta lengua enfrenta todavía serias dificultades para insertarse en el ámbito social-educativo y cultural, especialmente por la unilateralidad de las políticas lingüísticas instrumentadas en el país al otorgarle al castellano el carácter hegemónico, como lengua oficial, en desmedro de las particularidades lingüísticas de cada región, que en la actualidad tiende a modificarse. El monolingüismo sigue siendo el objetivo central de la educación, y conceptos como interculturalidad y bilingüismo siguen siendo todavía resistidos, a pesar de los cambios operados a partir de la sanción de la Ley de Educación Nacional 26.206. Debemos considerar que el quichua subsiste en la actualidad, gracias a la transmisión oral que de padres a hijos se realiza en el ámbito familiar, en zonas rurales cada vez más aisladas, a pesar de su contacto con la escuela local, que excluye al quichua como lengua materna. Esto significa que no basta con enseñar el quichua en la Universidad, en escuelas o institutos particulares para salvar al quichua. Ya que a lo sumo de esta manera llegaremos a tener, en el mejor de los casos, gran cantidad de estudiosos, pero los hablantes serán cada vez menos. En este sentido sostenemos que la participación de la Universidad Nacional será altamente positiva al crear un espacio institucional que permita superar esta realidad mediante la incorporación a su estructura académica la problemática socio-lingüística local, como ya lo esta realizando, pero ampliando la oferta educativa con el fin de lograr egresados capacitados para afrontarlos, problemática compartida por la Secretaría de Políticas Universitarias, de allí su apoyo académico-financiero. Finalmente como Coordinador de la Tecnicatura designado por el HCD de la Facultad, pondré todo mi esfuerzo para que esta carrera se inicie y tenga continuidad en el tiempo, y cumplir con el compromiso asumido por la Universidad en el Contrato-Programa, para lo cual solicito la colaboración de los docentes designados en el cumplimiento de los espacios curriculares, de acuerdo a la programación presentada y a los alumnos, brindar el apoyo institucional necesario, para su plena incorporación a la vida universitaria. |